Qué dice la Biblia sobre ellos y cómo vencerlos
La Biblia deja
claro que a Dios no le agrada el orgullo y nos advierte que su fruto es la
destrucción. «Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso» (Proverbios
16:18). Destruye amistades, familias y destruye nuestra dependencia
de Dios.
Nuestra actitud
debe ser de humildad, de aprecio a los que nos rodean. Romanos 12:3 nos exhorta: «Nadie tenga un concepto de sí más
alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación».
El Señor es
excelso, pero toma en cuenta a los humildes y mira de lejos a los orgullosos.
(Salmo 138:6)
El mayor ejemplo
de humildad lo encontramos en Jesús y él debe ser nuestro modelo en todo. Jesús
estuvo dispuesto a humillarse por amor a nosotros y morir en la cruz para
darnos salvación. Debemos dejar que su amor nos transforme y fluya a través de
nuestras vidas para que él reciba toda la gloria.
La actitud de
ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no
consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se
rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante
a los seres humanos. Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se
hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!
(Filipenses
2:5-8)
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sorprendentes de la crucifixión de Jesús
2. Envidia, celos
La envida trae
disensión y discordia. «Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay
confusión y toda clase de acciones malvadas» (Santiago 3:16). Muchas veces
somos tentados por la envidia al ver a otros triunfar o ser reconocidos y
sentirnos ignorados. Ahí comienza a plantarse la semilla de la envidia y los
celos. Necesitamos estar alertas y firmes en el Señor para no ceder ni caer en
su trampa.
Nuestra actitud
cambia cuando estamos llenos del Espíritu Santo. Aprendemos a gozarnos con los
logros de los demás. En Romanos 12:15 dice: «Alégrense con los que
están alegres; lloren con los que lloran». Ahí está la clave. Primero, aprender
a estar felices y satisfechos con todo lo que Dios nos ha dado. Luego, pedir a
Dios que transforme nuestro corazón para que podamos sentir un gozo genuino al
ver los logros de los demás.
En otro tiempo
también nosotros éramos necios y desobedientes. Estábamos descarriados y éramos
esclavos de todo género de pasiones y placeres. Vivíamos en la malicia y en la
envidia. Éramos detestables y nos odiábamos unos a otros. Pero, cuando se
manifestaron la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador, él nos salvó, no por
nuestras propias obras de justicia, sino por su misericordia.
(Tito 3:3-5)
Las
características del amor verdadero
3. Avaricia
Dios nos provee
todo lo que necesitamos, debemos estar satisfechos con su provisión. La
avaricia crece cuando sacamos a Dios del trono de nuestro corazón y colocamos la
insatisfacción y el deseo de tener más. Mateo 6:24 dice
«Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o
querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y
a las riquezas». Para librarnos de la avaricia necesitamos decidir quién será
el dueño de nuestro corazón.
Vencemos la
avaricia con la gratitud por la provisión de Dios. «Manténganse libres del amor
al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: «Nunca te
dejaré; jamás te abandonaré» (Hebreos 13:5). Debemos confiar que la
provisión de Dios es y siempre será suficiente, estar contentos y ser
agradecidos.
Así que, si
tenemos ropa y comida, contentémonos con eso. Los que quieren enriquecerse caen
en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes
insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. Porque
el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se
han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores.
(1 Timoteo
6:8-10)
Mira 9 cosas que
la Biblia dice sobre el dinero
4. Ira
La Biblia no nos
prohíbe enojarnos. El enojo es una emoción buena en circunstancias tales como
la injusticia, el abuso o la opresión impulsándonos a contribuir para evitar
que esa situación continúe.
Lo que la Biblia
sí prohíbe es dejar que el enojo se convierta en ira destructiva e irracional.
En Efesios
4:26-27 leemos: «Si se enojan, no
pequen. No permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol, ni den
cabida al diablo». Vemos que hay un nivel de enojo, la ira, que es pecaminoso y
no debemos permitir que nos domine pues abre una puerta a la influencia del
diablo.
Mis queridos
hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser
lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce la vida justa
que Dios quiere (Santiago 1:19-20).
Cuando la ira
toma el control perdemos de vista la presencia de Dios y olvidamos que podemos
confiar en él. Queremos tomar la justicia en nuestras manos y hacer que la otra
persona pague y tenga su merecido. Pero no debe ser así. Debemos confiar
siempre en la justicia de Dios y hacer lo que es bueno y agradable ante sus
ojos.
No tomen
venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque
está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor. Antes bien, «Si
tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando
así, harás que se avergüence de su conducta». No te dejes vencer por el mal; al
contrario, vence el mal con el bien.
(Romanos
12:19-21)
5. Lujuria
Cuando Jesús
entra en nuestros corazones transforma la forma en la que vemos todo, incluido
nuestro cuerpo. Nos damos cuenta de que nuestro cuerpo le pertenece a Dios ya
que él nos creó. Su propósito para nosotros es que le glorifiquemos en todas
nuestras acciones, palabras y pensamientos.
Todas las áreas
de nuestra vida deben mostrar que Jesús es nuestro Señor. Necesitamos someter a
él el área sexual. Cuando somos de Dios tratamos con respeto nuestro cuerpo y
el de los demás, no dejamos que nos controlen pensamientos impropios que no
glorifican a Dios. Rechazamos lo que desagrada a Dios y dejamos que el Espíritu
Santo nos dirija y nos enseñe a apreciar y a respetar nuestro cuerpo y el de
los que nos rodean.
Huyan de la
inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera
de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio
cuerpo. ¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está
en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios
dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios.
(1 Corintios
6:18-20)
6. Gula
Este es otro
pecado que daña nuestro cuerpo. Algunos piensan que para mostrar su valor deben
comer con abundancia en restaurantes exclusivos y beber bebidas costosas. Otros
intentan saciar sus necesidades emocionales o reparar el daño que han causado a
sus seres queridos a través de la comida y las bebidas alcohólicas. Nada de
esto agrada a Dios.
Hijo mío, presta
atención y sé sabio; mantén tu corazón en el camino recto. No te juntes con los
que beben mucho vino, ni con los que se hartan de carne, pues borrachos y
glotones, por su indolencia, acaban harapientos y en la pobreza.
(Proverbios
23:19-21)
La gula afecta
nuestra salud, nuestras finanzas y nuestra relación con los demás. Nos aparta
de Dios y de nuestros seres amados porque nos enfocamos en comer o en beber en
lugar de buscar resolver nuestros conflictos y problemas dialogando o
pidiéndole sabiduría a Dios. Si nos llenamos de Dios y vemos nuestros problemas
o nuestra apariencia como él los ve, nos refugiaremos en él y no en la comida o
en la bebida.
Vivamos
decentemente, como a la luz del día, no en orgías y borracheras, ni en
inmoralidad sexual y libertinaje, ni en disensiones y envidias. Más bien,
revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los
deseos de la naturaleza pecaminosa.
(Romanos
13:13-14)
7. Pereza
El perezoso se
aparta de los demás física y emocionalmente pues solo desea su propio descanso
y bienestar. Proverbios
6:9-11 lo describe así: «Perezoso, ¿cuánto tiempo más seguirás
acostado? ¿Cuándo despertarás de tu sueño? Un corto sueño, una breve siesta, un
pequeño descanso, cruzado de brazos… ¡y te asaltará la pobreza como un bandido,
y la escasez como un hombre armado!»
Dios nos ha dado
a todos habilidades, dones que debemos usar para trabajar, para sostenernos a
nosotros y a nuestras familias y aportar a la sociedad. Dios pone deseos en
nuestro corazón y nos da las herramientas para cumplirlos. Debemos ser
diligentes en descubrir y usar esas habilidades que él nos ha dado. Es una
forma de mostrar gratitud y aprecio a Dios por su diseño en nosotros.
Nunca dejen de
ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu.
(Romanos 12:11)
La victoria sobre el pecado
El pecado nos
separa de Dios e impide que sus propósitos se cumplan en nosotros. Todos
tenemos luchas. Sea con uno de estos siete pecados o cualquier otro, a menudo
batallamos contra nuestra naturaleza pecaminosa. Pero Dios nos ha dado las
herramientas para vencer el pecado. Podemos acercarnos a Dios en oración, con
actitud humilde y de arrepentimiento. Dios nunca rechaza un corazón que
reconoce que ha fallado. El Salmo 51:17 dice
«Tú, oh Dios, no desprecias al corazón quebrantado y arrepentido».
Y así es. Cuando
venimos en humildad ante él, Dios nos recibe, nos perdona
y nos restaura. Nos llena de su Espíritu Santo y nos ayuda a vivir en
santidad mostrando su amor, reflejando la victoria sobre nuestros pecados y el
gozo de ser guiados por él.
Los que son de
Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y
deseos. Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu. [full_width]
(Gálatas 5:24-25)
Qué dice la Biblia sobre ellos y cómo vencerlos
Reviewed by jireth
on
marzo 16, 2020
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